A menudo, muchas personas creen que ir a terapia es sinónimo de mejorar o sanar. Sin embargo, la realidad es que el simple hecho de asistir no garantiza un cambio positivo. Este proceso de transformación depende de algo más profundo: la disposición a interiorizar y aplicar lo aprendido. Es como ir a una iglesia, confesarse y pensar que automáticamente se está viviendo una vida espiritual más íntegra, cuando en realidad la práctica diaria es la que refleja el verdadero compromiso. Un caso muy famoso que ejemplifica esta diferencia es el de Tony Soprano, protagonista de la icónica serie The Sopranos.
Tony Soprano: El cliente que asiste, pero no aprende
En The Sopranos, Tony Soprano es un jefe de la mafia con problemas de ansiedad y estrés, que decide acudir a terapia con la Dra. Melfi, una terapeuta con buenas intenciones y experiencia. Al principio, la audiencia podría pensar que Tony, al ir a terapia, está en el camino hacia una mejoría personal. Sin embargo, a medida que avanzan los episodios, queda claro que Tony no está realmente «asistiendo» a la terapia en el sentido pleno de la palabra: no está comprometido con el proceso de autoconocimiento o cambio. Más bien, Tony usa lo que aprende en sus sesiones para mejorar su habilidad para manipular, intimidar y obtener ventajas en su vida delictiva.
Es un caso interesante y trágico a la vez. La Dra. Melfi quiere creer que Tony puede cambiar, pero se da cuenta de que sus intervenciones no están siendo interiorizadas para bien, sino usadas como herramientas para el beneficio oscuro de Tony. Al final, Melfi decide que la mejor opción es decirle que no continuará el tratamiento. La terapia no solo no está ayudando a Tony, sino que lo está fortaleciendo en su lado más destructivo. Esta decisión ilustra una realidad importante: el verdadero cambio solo ocurre cuando el asistente a terapia está dispuesto a trabajar consigo mismo de manera genuina y responsable.
Ir a terapia no te convierte automáticamente en una mejor persona
Este ejemplo nos invita a cuestionarnos: ¿qué significa realmente ir a terapia? ¿Es suficiente asistir para ser una mejor persona? La respuesta es clara: no. El acto de «ir» a terapia es una acción mecánica, una simple asistencia física. La verdadera transformación ocurre cuando se asiste con una intención auténtica de cambio, cuando se pone en práctica lo aprendido fuera de las sesiones y se enfrenta el proceso de autorreflexión.
De la misma manera, alguien podría acudir a confesarse con un sacerdote una vez al mes y pensar que este acto lo convierte en un buen católico, sin necesariamente reflexionar sobre sus acciones o hacer un esfuerzo consciente por mejorar. Ir a misa, confesarse o escuchar un sermón son acciones externas; es el impacto interno de esas prácticas lo que realmente importa. Si una persona sale de misa y actúa de forma contraria a los valores que la religión le enseña, entonces su asistencia no ha sido más que un ritual vacío.
Asistir a terapia implica responsabilidad y autoconocimiento
La terapia es un proceso, no una varita mágica. Implica un esfuerzo constante de autoconocimiento, enfrentarse a las partes de uno mismo que son difíciles de aceptar, y trabajar activamente para cambiar patrones dañinos. No basta con ir y escuchar; hay que involucrarse de manera genuina, honesta y hasta incómoda en el proceso. En muchos casos, esto significa reconocer el daño que uno mismo ha causado y trabajar en cómo evitar repetir esas acciones.
Asistir a terapia también significa dejar de lado la tentación de justificar comportamientos negativos o buscar excusas para no mejorar. Cuando una persona utiliza lo que aprende en terapia para manipular o evitar responsabilidades, como lo hizo Tony Soprano, está, en cierto modo, traicionando el proceso terapéutico. Y peor aún, está atrapándose en los mismos patrones dañinos que, en teoría, quiere superar.
Reflexión final: ¿Vas a terapia o realmente «asistes»?
Ir a terapia sin un compromiso real es como tomar clases de guitarra sin intención de practicar: sabes algo, pero no progresas. Y es una lección que también se puede aplicar a otras áreas de la vida, desde la religión hasta el desarrollo personal. Como el ejemplo de Tony Soprano nos muestra, el simple acto de ir no te convierte en una mejor persona. La verdadera evolución requiere voluntad de cambio, humildad para aprender y la intención de aplicar lo aprendido en la vida cotidiana.
Entonces, ¿vas a terapia o realmente «asistes»? ¿Confías en que solo estar allí es suficiente, o tienes la valentía de trabajar en los aspectos difíciles de ti mismo? Porque, al final, asistir a terapia sin compromiso de cambio es como confesarse y volver a cometer el mismo pecado: un acto vacío que solo perpetúa el ciclo del que, supuestamente, quieres escapar.